Esta
es una frase célebre que dibuja la trayectoria de uno de los mejores presidentes
de Estados Unidos, don ABRAHAM LINCOLN (1809-1865) y que tomo como referencia
para este cuento que hice para mis nietos para destacar como con dichos y
hechos en la práctica de los valores una persona puede trascender al tiempo con
dignidad.
Me hacía recordar mi amigo Miguelito por los años 1960 cuando solíamos recrearnos en los días de vacaciones o fines de semana cuando no teníamos clase ni tareas pendientes y hacíamos un descanso luego de jugar al futbol con los amigos del barrio con quienes conservábamos una grata amistad pero luego nos quedábamos un rato solos conversando en la puerta de calle del solar donde vivíamos, sentados y apoyados en la pared contigua al solar, degustando un helado por el calor que emanaba en la época de verano y nos distraíamos entre bromas y conversaciones serias por ratos que era producto del trajinar de las personas que solían pasar por nuestra acera o la acera de enfrente algunos regresando de sus trabajos, otros de estudiar, señoras atareadas por las preocupaciones para solucionar los requerimientos de su hogar, sin embargo también pasaban niños y jóvenes con una dinámica de responsabilidad para llegar a sus casas, pero, también había excepciones tanto en niños como en jóvenes con actitudes de matonerías, burlonas y hasta dispuestos a delinquir con tal de lograr su irracional propósito.
Lastimosamente
estas últimas personas de la que comentamos, algunas venían de barrios muy
humildes, invasiones y otras de hogares formales, pero se diferenciaban porque
desde sus ambiciones, de sus sueños para ser aceptados y admirados creían que
el ser palomilla, sabido, trompeador y apoderarse de los objetos irregularmente
se sentían como jefes caudillos que se hacían respetar en su grupo social como
fuera de él, es decir para ellos era como un sistema de vida normal vivir con las
leyes que supuestamente aplicaban entre su ámbito social, algo que está alejado
de las normas civiles, sociales y hasta incluso penales que rigen un estado o país y aún actualmente un buen número de familias
ya con varias generaciones son producto de hogares deformados donde suelen
privilegiar todo lo que sea al margen de las leyes de un país, han desarrollado
un sistema de vida proclives al delito, a las drogas o todo vicio que estimule
su complejo de poder y riqueza.
Si
bien es cierto los gobernantes de nuestro país nunca se preocuparon por asistir
o brindar oportunidades de mejora a familias con alto grado de pobreza e
ignorancia, más bien eran utilizados como objeto de choque y defensa para diversos
proyectos electorales que luego era canjeado por trabajos temporales o
simplemente se hacían de la vista gorda cada vez que delinquían o los apoyaban
indirectamente para sacarlos de esos apuros, se permitió tal degradación moral
que a nuestra actualidad ya es un tsunami de delitos y vicios.
Pero
con mi gran amigo Miguel también observábamos que habían “excepciones admirables”, porque jóvenes y/o niños que
perteneciendo a hogares de profunda pobreza utilizaban el tiempo asistiendo o
ayudando a sus familias trabajando sea en comercio o elaborando algún producto
que puedan vender con tal de contribuir a solucionar los problemas económicos
de su hogar y hasta se daban el tiempo suficiente para estudiar y mantenían su
profunda personalidad para no dejarse arrastrar por los vicios o por malas
juntas.
Mientras
en otros casos veíamos niños y jóvenes que si optaban por caminar al margen de
la ley pero que también era producto de hogares que habían heredado y
demostraban ese sistema de vida conflictivo como si fuese algo natural.
“Sin embargo
también había excepciones que a pesar de pertenecer a ese tipo de hogares
conflictivos, trataban de escapar de ese sub mundo y optaban por tener un
trabajo decente o un autoempleo sea formal o informal pero lo hacían y lo hacen
hasta la fecha porque sigue existiendo casos así donde a base de esfuerzo y
constancia logran desarrollar sus actividades con mucho empeño y dignidad para
salir adelante”.
Pero
también veíamos casos de niños y jóvenes
que aun perteneciendo a hogares bien constituidos, pero que por una debilidad o
inseguridad generado en su corta experiencia de vida social tuvieron tropiezos
traumáticos para enfrentar la vida y
sumado a una deficiencia de comunicación de padres a hijos o hijos a padres
terminan buscando como válvula de escape
o como una coraza que proteja su frágil personalidad recurren a amistades
dañinas dentro del submundo donde brilla el delito y se dejaban arrastrar por el vicio, las drogas y/o actos delictivos
e inmorales, y aparentaban dentro de su hogar por determinados momentos o
circunstancias fingir valores perdidos absolutamente.
Ya fuera de su entorno familiar se creían
seguros en sus acciones, pero tarde o temprano todo llega a descubrirse porque
no hay delito o mala acción que pague sus consecuencias.
Desde luego estos hogares quedaran impactados
por tales sucesos de dolor y frustración generados por sus hijos o hijas, lo
cierto es que estos casos deterioran la vida familiar y hasta se vuelven casos
complicados e irrecuperables en otros por el nivel de enfermedad moral y mental que llegan incluso a perder
toda sensibilidad humana, se vuelven sicópatas o sociópatas, viven en revancha,
disputa o guerra que ellos han creado imaginariamente dentro de la sociedad
civil para justificar sus malas acciones.
Con
mi amigo Miguelito de esa tertulia llegábamos a entender dos cosas:
a.-
Que en hogares bien constituidos, depende mucho el diálogo de padres a hijos
como de hijos a padres para evaluar y aprender todos los aspectos buenos y
malos que se encuentran dentro de la vida en sociedad y que pueden servir como
actos preventivos para fortalecer la personalidad de cada niño o joven.
b.-
Que si la persona por circunstancias de la vida crece dentro de un hogar
disfuncional o conflictivo, depende de la propia persona, niño o joven
fortalecer y proteger su personalidad o valores que perciba existen y que lo
puede hacer conducirse por el camino correcto dentro de la sociedad,
esforzándose hasta lograr las metas que se propongan.
Al
final mucho depende de la fortaleza moral que valore cada persona en condición
de niño o joven que logra distinguir lo bueno de lo malo o incorrecto.
Comprender que la alegría, felicidad, broma o
esparcimiento en la vida social son sucesos normales consentidos y compartidos
en toda vida amical, sin embargo uno sabe valorativamente los límites de lo que
es bueno o malo porque hay una sensibilidad moral y mental para entender al
prójimo que te hace sentir bien o mal.
Por ello iniciamos este comentario con mi
amigo Miguelito tomando esta frase como referencia de este distinguido e
histórico personaje como Abraham Lincoln que nos dejó una huella de sus
sentimientos, expresiones y acciones con esta frase:
“CUANDO HAGO EL BIEN, ME SIENTO BIEN; CUANDO
HAGO EL MAL, ME SIENTO MAL, Y ESA ES MI RELIGIÓN”.
Recuerdo del abuelito Romulo Tineira